viernes, 25 de septiembre de 2009

Naturaleza




Mi espalda está encorvada por la erudición,
Mis ojos están debilitados por las palabras de la historia.
Aunque pueda estar rodeado de conocimiento,
Aún no puedo compararme con la perfección de la naturaleza.

El aprender es una pasión compartida por muchos de nosotros. Hay gran encanto en la educación y fascinación con los logros de la civilización. Vamos a bibliotecas y museos. Vamos a exposiciones que muestran las excavaciones de tumbas reales. Estamos encantados por nuevas invenciones. Y sin embargo, si miramos por la ventana y vemos un árbol en su perfección, o miramos una marisma, u observamos a un gato mientras pasea por su territorio, o vemos el destello de una urraca azul, podemos ver otro orden de belleza e inteligencia en esta vida.

Las obras de la humanidad no se pueden comparar a las obras de la naturaleza. A las obras de la civilización les falta el equilibrio y refinamiento de la naturaleza. Demasiadas veces nuestros logros están manchados por motivos impuros: ganancia, penuria, deseo de fama, o simple codicia. Lo logramos, pero no podemos prever los resultados porque somos incapaces de poner nuestras acciones en un contexto mayor.

La naturaleza es un conglomerado de fuerzas en competencia, de diente y garra, veneno y perfume, barro y excremento, huevos y huesos, rayos y lava. Parece caótico. Parece terrible. Y sin embargo, por todas sus obras inconmensurables, supera por lejos las empresas de nuestra sociedad.

Piensa sobre lo que haces. ¿Cuánto de ello se puede comparar a la perfección de la naturaleza?

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