viernes, 27 de noviembre de 2009

Vistas




El mar rojo a través del entramado de pino.
Las islas se arrodillan como vasallos ante el cabo.
Nubes de lluvia se enganchan en la cadena costera.
La milenrama se alza espectral en el haz del luz del faro.

Es difícil asimilar al mismo tiempo todos los detalles de un paisaje. Nuestros ojos pueden enfocarse sólo en un punto a la vez. Miramos cerca, luego miramos lejos. Miramos a la izquierda, luego miramos a la derecha. Nuestra visión de cualquier asunto, si este es grande, no es nunca completo sino que es una imagen compuesta en nuestras mentes. Lo mismo es cierto respecto de nuestra aproximación al Tao.

El Tao es continuo, fluido y cambiante, pero no hay un conocerlo de un sola mirada. Nos apoyamos en imágenes que formamos en nosotros mismos. Para un principiante, los atisbos del Tao serán aleatorios y efímeros. Darás con él de vez en cuando, o lo verás en el breve espacio entre eventos. Para el practicante maduro, la vista compuesta vendrá del entrenamiento, la técnica, la investigación y la experiencia del auto cultivo. Pero incluso después de años, es imposible asimilarlo en su totalidad.

Hay una manera de conocer el Tao directa y completamente. Requiere del despertar de la propia fuerza espiritual. Cuando esto sucede, la espiritualidad se manifiesta como una luz brillante. Tu mente se expande en una presencia incandescente. Como un faro, esta baliza de energía se vuelve iluminación y ojo al mismo tiempo. Significativamente, no obstante, lo que muestre, también lo conoce directamente. Es la luz que ve.

No hay comentarios:

Publicar un comentario